viernes, febrero 24, 2012

MI MADRE FUE UN SER EXTRAORDINARIO (Jorge Luis Borges)

El filósofo indio Jiddu Krishnamurti escribió: 'Si estuvieras libre de todo temor ¿sabes lo que ocurriría? Harías exactamente lo que quieres hacer.' Es muy posible que Leonor Acevedo utilizase palabras similares para infundir ánimo a su genial pero apocado hijo... Jorge Luis Borges en su adolescencia era -según propia confesión- un tímido que entraba a las bibliotecas y leía por letras los tomos de la enciclopedia porque no se atrevía a pedir libros. Su madre Leonor, por su parte, era una dama uruguaya muy sabia y de firme carácter, que le dio confianza en sí mismo y siempre le ayudó, tanto en sus comienzos de escritor, como sobre todo cuando él se quedó ciego, momento en el cual pasó a ser su lectora y secretaria, viajando con él por el mundo. Dado el cariño mutuo y que ella aparentaba siempre menos edad, la gente a veces se pensaba que era su esposa; (él la mayor parte de su vida se mantuvo soltero, excepto al final cuando conoció a María Kodama.) Seguramente la longevidad de Leonor (1876-1975) se debiera a su manera tan sensata y estoica de afrontar la existencia, de la que su hijo solía relatar amenos ejemplos. Por eso cuando alguien nos pregunta qué preferimos de Jorge Luis Borges (sus ensayos, sus poemas, sus cuentos...) contestamos: 'CUANDO ÉL MENCIONA A SU MADRE.' El Museo de la Luna


J.L.B. [En diálogo con Roberto Alifano.] - 'En 1930 recibí una grata sorpresa. Esto era que, a lo largo de ese año, se habían vendido veintisiete libros míos. Yo estaba tan emocionado que quería saber el nombre de cada uno de mis lectores para ir a agradecerles personalmente por haber comprado mi libro. Esto se lo conté a mi madre y ella se emocionó mucho. 'Veintisiete libros es una cantidad increíble', me dijo. Y agregó: 'Estás empezando a ser un hombre famoso, Georgie.'

[En diálogo con Osvaldo Ferrari.] - Mi madre me ayudó muchísimo, me leía largos textos en voz alta, ya cuando casi no tenía voz, estaba fallándole la vista; seguía leyéndome, y yo no siempre fui debidamente paciente con ella. Inventó el final de uno de mis cuentos más conocidos: "La intrusa". Eso se lo debo a ella. Cuando mi padre murió, en 1938, ella no podía leer, porque leía una página y la olvidaba, como si hubiera leído una página en blanco. Entonces, se impuso una tarea que la obligaba a la atención: Se puso a traducir; y luego pensó que un medio de acercarse a mi padre, era ahondar el conocimiento del inglés. Mi madre conocía poco el inglés; le gustó tanto, que al final ya no podía leer en castellano. Tradujo 'The Human Comedy', de William Saroyan, los cuentos de 'The Woman who rode away' (La Mujer que se fue a caballo) de D. H. Lawrence, la novela 'Las Palmeras salvajes', de Faulkner; y también otros libros en inglés, y fueron traducciones excelentes.

[En diálogo con Roberto Alifano.] - Durante los duros años del peronismo, cuando yo fui expulsado de la Sociedad de Escritores por negarme a poner el retrato de Perón, [mi madre y yo] fuimos amenazados por un matón. El sujeto llamó a altas horas de la noche y lo atendió mi madre: 'Yo voy a matarte a vos y a tu hijo', dijo una voz debidamente tosca y profesionalmente maleva. '¿Por qué, señor?', preguntó mi madre. 'Porque soy peronista', agregó el anónimo individuo. Entonces mi madre le respondió: 'Bueno, en cuanto a matarlo a mi hijo es muy fácil. Él sale todas las mañanas a las ocho para ir a su trabajo; usted no tiene más que esperarlo. En cuanto a mí, señor, he cumplido ochenta años y le aconsejo que se apure si quiere matarme, porque a lo mejor yo me le muero antes.' ¡Qué lindo, ese yo-me-le-muero-antes! ¿No? Es algo dicho de una manera bien criolla. Ahora, ¡qué tonta la amenaza! Bueno, en realidad todas las amenazas de muerte son tontas y ridículas. Lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad...

La amenaza no se cumplió. Mi madre murió de muerte natural casi a los cien años [en 1975]. ¡Pobre madre! Se quejaba de que Dios la hiciera vivir tantos años. Recuerdo que, al cumplir los noventa y cinco, me dijo: 'Caramba, Georgie, se me fue la mano.' Todas las noches ella le pedía a Dios no despertarse al día siguiente. Y luego se despertaba y lloraba; pero no se quejaba. Hubo una noche que seguramente Dios la oyó y se murió a las cuatro de la mañana. Mi madre fue un ser extraordinario. Mi madre fue una mujer inteligente y amable. Yo debería hablar, ante todo, de lo buena que fue ella conmigo. Jorge Luis Borges (1899-1986) en 'Conversaciones con Borges' (1985) Editorial Atlántida, Buenos Aires. Editorial Debate, Madrid (1986); páginas 98-100.