martes, febrero 07, 2012

CIRCO DE FIERAS SIFONÁPTERAS (Charles Chaplin)


En 1919 a los treinta años Charles Chaplin filmó The Professor, una historia breve sobre un extravagante artista de variedades que llega a una pensión de mala muerte a pasar la noche con su troupe de animales de circo. Los animales de circo no son ni caballos mareados de dar tantas vueltas a la pista como asno de noria, ni leones africanos con pánico a las antorchas, ni elefantes asiáticos de orejas desgarradas por los ganchos, ni tigresas bengalíes con más latigazos en el cuerpo que rayas negras. Son fieras sifonápteras. Gigantescas al microscopio. (De unos dos o tres milímetros de largo.) Célebres principalmente por su molesta manía de vivir a expensas de la sangre de los demás, causándoles terribles picores e incluso gravísimas enfermedades como el tifus o la peste. Las fieras sifonápteras -familiarmente conocidas como pulgas y despectivamente como hijas de su pulga madre- son además criaturas muy ágiles cuyas acrobacias saltarinas superan con mucho las de Tarzán. Sin llegar a la excelencia del adorable cachorro Scraps un año antes en Vida de Perro, la actuación de los insectos en esta cinta fue talentosa e irreprochable, debido... a que solo existían en la imaginación del genial cómico. Sin embargo, el serio personaje que interpretaba él, no era exactamente su famoso vagabundo, cuyas andanzas acudía el público en masa a ver. (Con nariz postiza, pipa, sombrero de copa y maquillaje extra en cejas y bigote, estaba casi irreconocible.) De ahí que la historia quedase inconclusa, archivada y no llegase nunca a las salas de cine, a pesar de su gran calidad artística. Suerte que semejante joya se conservó y se restauró.

En 1952, ya casi jubilado, Chaplin reinterpretó la escena para su melancólica Luces de Candilejas, donde su personaje Calvero -humorista en horas muy bajas- se las ve y se las desea para sobrevivir en un mundo que le rompe el corazón con su desprecio e indiferencia. En aquel melodrama sentimental, la de las pulgas sería una de sus memorables escenas cómicas; pero la original (33 años antes) le hace la competencia en maestría escénica y encanto visual. El domador auténtico se llamaba Profesor Bosco y su capacidad para disciplinar a sus insectos a latigazos era tan notoria como su incompetencia para mantenerlas dentro de su caja. El actor y director, gran aficionado a incluir a pobres animales de circo en sus historias, en este caso no utilizó a ninguna pulga para rodar su cortometraje; son todas imaginarias, por fortuna para ellas y para el equipo de filmación, ya que el perfeccionista y obsesivo Chaplin se distinguía por repetir cincuenta veces cada toma. No obstante, los circos de pulgas existen; se 'doma' a los insectos como se acostumbra con aves y mamíferos, mediante los malos tratos: Se las encierra en frascos para que salten todo lo que quieran y se hagan daño contra el cristal. (Nos disgustan las pulgas y estamos a favor de su exterminio por razones de tranquilidad dermatológica, pero nos gusta aún menos la crueldad.)

A propósito: En Grecia se han prohibido por ley en 2012 los circos con animales. Decisión muy comprensible. Habiendo tantos herederos de Pericles y Léonidas esclavizados por el imperio del dinero y con ganas de extraerse los propios ojos como si fuesen personajes de Sófocles, y habiendo tantas garrapatas de dos patas en bancos y ministerios y tanto parásito chupasangres en Bruselas, ¿quién pagaría por meterse debajo de una sucia carpa a ver a un montón de viejos leones humillados saltar a través de ridículos hula-hops? A leones o a pulgas; la estupidez es la misma. El Museo de la Luna