miércoles, marzo 07, 2012

EXPERIMENTANDO LA LIBERTAD (Krzysztof Komeda)


Quien haya escuchado mucha música pero aún no conozca este legendario disco de Komeda, seguramente se va a alegrar de habernos soportado hasta hoy o bien de haber entrado aquí por casualidad, en especial si le gusta el jazz. Lo publicó en 1965 y contiene algunas de sus más famosas composiciones. En total once títulos: La alucinógena 'Astigmatic' (0:00) La melancólica y sensual Ballad for Bernt (23:11); la vitalista Cherry (26:40); la animosa 'Crazy Girl' (29:55); la evanescente 'Fourth' (32:40); la sonámbula 'Get Out of Town' (34:34); la ansiosa 'Kattorna' (38:18); la cariñosa Moja Ballada (45:49); la romántica Stella by Starlight (49:28); la experimental 'Svantetic' (52:04); y la inofensiva 'Typish Jazz' (1:08:05). Ballad for Bernt y Cherry ambientaron Nóz w wodzie -El Cuchillo en el Agua, primera película de Roman Polanski- de una manera tan intensa, que la hacen aún más emocionante y memorable si cabe para el espectador. Son nuestras favoritas junto a Moja Ballada y Stella by Starlight, tal vez por lo radiante y limpio de los sentimientos que transmiten. (Esa es la razón de que hayamos subrayado el minuto exacto en el que suenan.) Es probable que incluso a quien no le fascina el jazz, encuentre en este disco algún tema de su agrado.

Pianista tocando el saxo. Krzysztof Komeda con su mujer. Fotografías de Wojciech Plewiński.

Escuchar al Komeda más tranquilo y amable, es como disfrutar de un paseo en compañía de una persona honesta en quien se confía de corazón. Algo muy similar ocurre con Mozart, salvando las distancias espacio-temporales y estilísticas. Ambos fueron niños grandes que, a pesar de la represora mezquindad que les rodeaba, cultivaron su libertad creativa con voluntariosa tozudez e inocencia. El polaco aún con más motivo: Krzysztof Komeda vivió inmerso de niño en la sangrienta opresión del régimen nazi y de mayor en la grisácea opresión del régimen comunista, de modo que a nadie puede extrañarle que se refugiase en la espontaneidad y fluidez de la música jazz para experimentar esa libertad que en la vida cotidiana brillaba por su ausencia. Lo mismo sucedió en Estados Unidos. ¿Por qué la inmensa mayoría de los grandes genios del jazz fueron negros? ¿Por la misma razón que en el baloncesto son los que más alto saltan? No precisamente. Cuando escuchamos jazz, deberíamos acordarnos siempre de las desagradables circunstancias que rodeaban a sus creadores e intérpretes clásicos. Los grandes genios del jazz fueron en su mayoría negros porque eran justo ellos quienes se sentían menos libres en una sociedad de racistas caucásicos cuyo apartheid les discriminaba hasta a la hora de sentarse en el tranvía o beber un vaso de agua. El jazz nació a raíz de la imperiosa necesidad psicológica de experimentar la libertad humana. Era un estilo de vida, una excusa para reunirse en la oscuridad y participar de la armonía y la belleza, un refugio emocional para almas maltratadas por la injusticia, una estrategia de supervivencia y una forma de rebeldía ante la opresión institucionalizada. De ahí que en la Polonia de la dictadura pro-soviética, a las autoridades comunistas no les gustasen nada los night-clubs donde se tocaba esta música tan sospechosamente autónoma. A las mentes cuadriculadas, les da mucho miedo la improvisación.

En el Irán de hoy en día, donde la represión integrista hacia las mujeres incluye la prohibición de cantar o interpretar música en público y donde el karaoke femenino equivale a espalda azotada a mayor gloria de Aláh (que es Grande y Misericordioso), sería el momento propicio para que naciese una corriente de jazz árabe feminista en alguna catacumba de Teherán, rebosante de mujeres improvisando susurros musicales al saxo. Lo peligroso es que los guardianes de la fe islámica las descubrirían en menos que canta un gallo; y no decimos por qué, para evitar que alguna de nuestras visitantes se dé por aludida y nos acuse de insolencia misógina. Ya mañana criticaremos a los hombres, que eso nos aporta más audiencia. A propósito, el fotograma que mostramos pertenece a Nóz w Wodzie (El Cuchillo en el Agua, 1962), la mencionada ópera prima de Polanski, que reservó el plano más bello para el final de la película, una obra maestra acerca de la cual escribiremos mañana nuestro impertinente parecer. Hoy nos da mucha pereza hablar de sexo. El Museo de la Luna