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Hay muchas escenas mejores en la película, pero la famosa de Marilyn sobre la rejilla del metro se convirtió en el símbolo más icónico (y estúpido) de Hollywood. Como es de esperar en una fábrica de sueños, allí son muy mentirosos e hicieron pensar al público -erróneamente- que al pasar el metro por debajo de la trampilla, lo que sale hacia la calle es aire refrescante. Y no. Lo que sale es aire caliente, muy caliente. Tan caliente como la cara de cólera de Joe DiMaggio, el jugador de béisbol con el que estaba casado Marilyn por aquel entonces. Observando ensayar una y otra vez la escena a su mujer con su falda levantada, enseñando las bragas en pleno centro de Nueva York delante de miles de mirones, al final se acercó a ella, le susurró algo al oído y se marchó a casa enfadadísimo. Ella siguió rodando la escena y divirtiéndose, porque nació con la Luna en Leo y le encantaba ser el centro de atención. Pero aquel matrimonio hizo aguas poco después, debido a los naturales celos del airado marido. En la siguiente fotografía de rodaje, Billy Wilder da instrucciones a la actriz, en presencia de Tom Ewell. Era el 15 de Septiembre de 1954. A los admiradores de Norma Jean podemos contarles un secreto escatológico: Según Wilder, que adoraba a Marilyn pese a lo mucho que le hacía sufrir en los rodajes con sus equivocaciones e impuntualidades, ella tenía una cualidad muy especial. Si te invitaba a su casa (o tú la invitabas a la tuya) y de repente se iba al cuarto de baño, lo que se oía no era a una mujer haciendo sus necesidades, sino a un escandaloso animal prehistórico, a un terrorífico diplodocus de la orina. Lo sentimos por ella, pero es que nos encanta la iconoclastia. El Museo de la Luna
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