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Al ferroviario Buster Keaton le roban su amada locomotora unos soldados en plena Guerra de Secesión Americana y encima le secuestran a su novia. Se decide entonces a viajar en su persecución, tozudo e incansable por las vías del tren, ya que el amor es un bien bastante escaso y hay que cuidarlo; y a las novias también. Una historia magnífica, muy cómica y espléndida a todos los niveles, que expertos de renombre incluyen entre las diez mejores obras cinematográficas jamás realizadas; a pesar de ser muda, a pesar de haberse filmado hace casi noventa años (1926) y a pesar de que en su estreno ni la crítica ni el público supieron apreciarla en lo que valía. Todo adjetivo se queda corto a la hora de elogiar la esforzada labor del genial Keaton como director y como actor. En cuanto a Marion Mack, la actriz protagonista, abandonó la profesión después del rodaje porque no quería volver a estar seis meses seguidos alejada de su marido; desde entonces se metió a guionista. Una lástima, pues su actuación aquí resulta maravillosa; hay que ser una mujer muy inteligente para interpretar con ese encanto a una moza tan escasa de luces. En los títulos de crédito iniciales, Keaton la colocó a ella en primer lugar y él se puso el último: Ya solo por ese elegante detalle se merece una amplia sonrisa de admiración. El Museo de la Luna